Historia

El vino es una bebida procedente de la fermentación del jugo de uva, que se produce gracias a la acción de las levaduras presentes en el hollejo de las uvas, y su historia ha transitado, casi, los mismos caminos que la propia humanidad.

Algunos historiadores sitúan su origen entre los años 6.000 y 5.000 aC, pero las primeras cosechas datan de dos mil años después en las tierras de la antigua Mesopotamia. De allí viajó a Egipto, encontrando en las riberas del Nilo terreno fértil para el cultivo y desarrollando, entonces, una actividad productiva e industrial.

Los egipcios fermentaban el mosto en grandes vasijas de barro y producían un vino tinto que se convirtió en un símbolo de estatus social. Tanto, que los faraones eran enterrados con vasijas de barro que contenían vino en su interior. Y ya desde esa época, la bebida se guardaba en ánforas donde los alfareros grababan la fecha de elaboración y la calidad del mosto.

La adaptabilidad de la vid ( vitis vinifera ) favoreció su expansión por Europa Occidental a través de las rutas comerciales.

La elaboración de vino se introduce en Italia en el año 200 a.C., donde los romanos lo bautizan como Baco y, en su nombre, celebran por lo alto. Fueron ellos mismos los primeros en experimentar con injertos, en incluir hierbas maceradas para su elaboración y en utilizar recipientes de madera para su transporte.

Desde Italia, el cultivo de la vid se extiende hacia tierras gala y a resto de Europa, haciendo del vino un producto de trascendente valor comercial.

Durante la Edad Media, las tierras pasan a ser propiedad de la Iglesia y los reyes. Así, la elaboración del vino queda reservada a monasterios y castillos. En este periodo se hace extensivo el uso de las barricas de madera para almacenar el vino y, de forma casual, aparecen las primeras bodegas, en los sótanos de monasterios y castillos, como reductos donde guardar las barricas y protegerlas de los saqueos, por lo que se guardaban en los sótanos de monasterios y castillos.

Ya en la época de la conquista, los colonizadores españoles llevaron la vid al Nuevo Mundo y cambiaban el vino por las materias primas que encontraban en las nuevas tierras. Llega entonces el perfeccionamiento de las técnicas de vinificación, se empiezan a utilizar botellas de vidrio para conservar el vino, se inventa el tapón de corcho, y el monje Dom Pérignon descubre cómo elaborar el vino espumoso en la región de Champagne.

El desembarco en Uruguay

El vino llega a Uruguay durante segunda mitad del siglo XIX, de la mano de familias inmigrantes que traían su saber desde el Mediterráneo. Hacia 1870 se establecen dos viñedos en suelo uruguayo: el del vasco francés Pascual Harriague en San Antonio Chico (Salto), y la granja del catalán Francisco Vidiella en Colón (Montevideo).
En 1878, Vidiella ya había adaptado la primera variedad de vid, de procedencia europea, al clima uruguayo. Al poco tiempo, Harriague hizo lo suyo con una variedad que importó de Concordia.
Con la experiencia de estos pioneros como estandarte, más el trabajo de otros tantos que los siguieron, la vitivinicultura se afianzó en Uruguay y alcanzó un crecimiento que logró sustituir buena parte de la producción extranjera.
Los establecimientos se multiplican y la actividad se vuelve próspera. Hasta que en 1898 un insecto plaga -la filoxera- se instala en los establecimientos, cambiando para siempre el modelo productivo.

La reconversión filoxera

Extinguir con fuego todas las cepas atacadas por la plaga fue la disposición del gobierno para hacer frente a la crisis, además de obligar a sustituirlas por plantas injertadas sobre pie americano.
La recuperación fue lenta, pero efectiva. Y en el último año del siglo XIX, la producción comenzó a retomar su senda de crecimiento.
Lo novedoso de este proceso fue que la vid injertada resultó ser sensiblemente más productiva que la de plantación directa. Ello, junto a la adopción de fertilizantes orgánicos, creó una nueva vitivinicultura.
Fue así que el vertiginoso crecimiento de esta industria logró que se la considerara como un auténtico símbolo de civilización y progreso.